sábado, 1 de septiembre de 2007

Daniela y un cuento

Después de cerrar la taberna, mi papa subió al apartamento del psicólogo que minutos antes había estado conversando con los dos cubanos en la barra. Ahora estaban los tres en la sala esperando a que él terminara de organizar el inventario y cerrar la cortina metálica. Eran ya pasadas las tres de la mañana. En medio de la conversación mi papá se paró para ir al baño y en el camino se encontró un cuento enmarcado con formato de El Colombianito. Así que luego de realizar su diligencia se quedó leyéndolo y cuando regresó a la sala le preguntó a Santiago –el psicólogo- por él.

La historia que hay detrás de aquel papel enmarcado es triste pero igualmente hermosa. El cuento lo escribió Daniela una niña que él había adoptado porque su madre era drogadicta y no podía cuidarla. Desde lo seis años Daniela escribía cuentos y poemas, más tarde se interesó por la pintura, por el canto y además tocaba violín. Y como el mundo es un pañuelo, en la conversación supieron que el cubano que aquel día estaba sentado tomando ron, fue profesor de Daniela en el Instituto de Bellas Artes. Daniela ya no existe, al menos no físicamente, pero aquella noche, sin que nadie lo hubiese sospechado jamás, era un elemento común de los que charlaban en la que fue alguna vez su casa: El padre, el profesor y un admirador instantáneo.

Cuando quiera vivir,...
Solo abriré mis ojos a la verdad.


Supo que tenía sarcoma -nombre que se le da al cáncer en los huesos- a los 8 años. Era el año de 1997. Santiago la llevó a todas partes, buscó especialistas, hasta que supieron por fin, que era un cáncer mortal.

Cuando quiera morir,...
Solo miraré al cielo
Y diré: Gracias por la vida.


Sus escritos lo dejan a uno sin aliento, y con el cuerpo adolorido. Sus cuentos defienden el planeta y sus poemas la vida. Hay en ellos una carga emocional que pesa, con la densidad de una palabra que sale sin disfraces y con la esencia intacta.

Antes de que sucediera lo que ere inevitable le dejó un poema a su mamá, con quien vivió de nuevo cuando tenía 5 años, y cuya relación conflictiva, la obligó a regresar. Este es quizá el poema más triste y sin duda el más fuerte que escribió.

Qué pasa?, eres muy cobarde.
Nunca te atreviste a nada,
Ahora piensas en todo lo que pudiste hacer y
dices que estás cansada sin haber hecho nada.
¿Por qué tienes que hacer las cosas tan difíciles?
Y no te importa,
ya ni tus palabras sirven,
ya no tengo confianza.
Mírate al espejo,
mira lo que haces con tigo.
Porqué tienes que hacer esto.
Me voy y ya no volveré,
Espero que algún día logres hacer las cosas bien.


Eso fue en diciembre de 2002. A los días fue internada en la Clínica de las Américas y estando ya postrada, Santiago alcanzó a mostrarle su cuento publicado. Ahora, Suele jugar con los esqueletos, se alimenta de viejos espíritus rechazados en el cielo y en el infierno, dándoles una nueva vida. Pero no solo a ellos; Daniela nos dio vida a los pocos que hemos tenido la fortuna de leerla.

El oncólogo que atendió a Daniela le explicó hace poco a Santiago que una de las posibles rezones del fenómeno -cuando llegaron a la clínica, en la sala de quimioterapia atendían a 200 niños con cáncer. En este momento la cifra ascendió a 600 y ya no dan abasto-, tenga que ver con el trato que muchos de estos niños reciben y que contribuye a que la enfermedad se somatiese. De hecho, Daniela comenzó a enfermarse algunos meses luego de una discusión en la que su madre le dijo que ojalá se muriera para que ella pudiera descansar, y que le ocasionó una fuerte crisis. Puede ser simple casualidad, pero se queda uno con la duda.

Su vida no fue como un cuento de hadas, y sin embargo, las pintaba en las paredes, en los cuadernos, en cualquier hoja con una afición casi obsesiva; no fue clara y alegre, pero ella se encargó de iluminarla, y de paso nos dejó la formula para hacerlo:

Cuando quiera soñar,...
Solo cerraré mis ojos
Y abriré mi mente a lo que sea.
Cuando quiera reír,...
Solo tendré una palabra
Para justificar mi risa.

Cuando quiera vivir… solo buscaré sus cuentos y me quedaré en ellos.

2 comentarios:

Camila Avril dijo...

creo que me quede con la piel de gallina y los pelitos de punta. cómo duele daniela, y cómo duele mi vida cuando veo que puedo sonreir sin problema, sin dolor, cuando sé que la mayoría de mis tristezas son inventadas. creo que me acorde del reportaje que hice con muchas ni;as que sufren casi como daniela, y me duele, como me dolió, saberme tan indiferente. está bien, al final uno se mide con su vida y no con las de otros. igual es triste.

saris, si bien con pe;a tenemos el dilema de la puntuación, creo que hay comas donde sobran, y faltan unas donde no están, y a veces hay partecitas que frenan el ritmo que se lleva... en general me gusto... aunque podría ser más periodístico y con más contenido. además que es una historia que necesita confrontarse con más hechos, por su caracter, para que sea más verídica y real.

Camila Avril dijo...

ah, y te ahce falta la cajita