viernes, 6 de marzo de 2009

Mujer Genética

Ganó el concurso universal Mujer Genética. Era la mujer genéticamente más perfecta del mundo: hígado óptimo, ojos hermosos. Cumplía con precisión cada uno de los estándares establecidos por la ciencia, la medicina y la alta estética. El furor por aquella mujer tan hermosa, saludable y talentosa no se hizo esperar. La gente la miraba extasiada y sentía un orgullo infinito de que fuera ella la acompañante del presidente húngaro, representante del Mundo ante la Asociación de Galaxias Rugosas de Occidente –AGRO-.
Viajaron a la sede del encuentro durante un par de días y allí permanecieron por más de una semana. Se codearon con personalidades de relevancia cósmica indudable y fueron atendidos con las particularidades propias de cada invitado a la reunión.
Terminada la semana y habiendo realizado los pactos pertinentes, se prepararon para regresar. Ella pidió que le permitieran estar otro día más y como el resto de invitados tenían agendas pesadas e inamovibles, los anfitriones se comprometieron a llevarla de regreso en una de sus naves.

Estuvo allí lo que en la tierra sería un día recorriendo lugares que nuca había imaginado y seres como de película. Cuando se disponía ya satisfecha a despedirse le anunciaron el comenzó de una tormenta magnética bastante riesgosa para iniciar un viaje de regreso.

Esperó un rato hasta el momento en el que se acercó un ser bajo y de poros profundos y le informó que debía permanecer durante algún tiempo... aproximadamente cinco años en tiempo terrestre. Lo dijo con una tranquilidad tal que en el choc ella se preguntó si quizás lo que había dicho era cinco minutos.
-¿Cinco años dice?
-Para usted...

Escuchado esto, reinició su lústrica espera.

Las provisiones particulares que habían ofrecido a los invitados al poco tiempo se agotaron, y la mujer que se había propuesto asumir su estadía con paciencia comenzó con el tiempo a desesperarse: su lengua no era adherente, sus pies no podían superar las elevaciones del suelo, sus ojos claros no soportaban los haces de luz de aquel lugar donde no conocían la noche. Se sentía impotente y marginada. Tenía que vivir cargando aparatos que suplieran sus diferencias morfológicas con los nativos aledaños. Se la pasaba sentada mirando los picos rojos que la orientaban a la Vía, chuzando con una areta las bolsas líquidas que se le hacían en la piel y la volvían pesada.

La gente en la Tierra estuvo pendiente de su situación minuto a minuto. Con el tiempo, momentos del día a momentos del día. Con el tiempo, de algún recuerdo a otro recuerdo, y con los meses se convirtió en leyenda, en una leyenda inacabada, surgida a veces en conversaciones, analizada a veces en discursos de clase.

Pero pasados tres años y 35 días la consternación en la Tierra era global y el Planeta se veía desde lejos llena de punticos negros bajo cúmulos blancos sobre el tapete verde: la mujer más perfecta del mundo se había suicidado aquel día por sufrir la incapacidad más compleja nunca vista en la historia de la humanidad.